Al fondo de la imagen, entre los dos edificios de la calle de Ingeniero de la Cierva, en Logroño, está el motivo de queja del lector. «Hay un cable atravesado del que cuelgan unas botas. Para que a quien corresponda tome nota y cumpla con su deber de supervisar. Así lleva meses», dice. «Un contribuyente, gracias», termina.
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