En las obras de la calle Ruperto Gómez de Segura, el embaldosado terminó en febrero y «echaron tierra por los motivos que fuera», señala un lector. «Ha pasado el tiempo y esa tierra sigue ahí. Cuando llueve, se hace barro y cuando está seco, es muy resbaladiza», explica. «¿Tanto cuesta ir limpiando las zonas que se van abriendo a los viandantes?», se pregunta.
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