Lo que se encontró el lector en el centro de unos rosales en el parque de La Laguna de Logroño no es precisamente agradable. Explica que, “esta vez, como muchas otras, los excrementos y desperdicios no son de perros”, y añade que “los humanos que defecan en esta zona no recogen ni las deposiciones ni el papel, si es que lo utilizan”.
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