Espuma, espuma y más espuma. Era lo que manaba ayer en la fuente de la plaza de los Derechos Humanos, junto a la estación de autobuses de Logroño. A los niños les hizo gracia, pero «a saber qué es lo que habían vertido en el agua y cómo estará la fuente cuando se pase el efecto. Además, cualquier niño podía tocarla o beber algo». Una irresponsabilidad.
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