Dejamos de lado el botellón en el Ebro para ver destrozos la zona. «Desde el fin del toque de queda, además de soportar los ruidos y las juergas, hay que aguantar las gamberradas como arrancarnos el portero automático en la calle Norte o ramas de las higueras. A ver con qué sorpresa despertamos el fin de semana», concluye una lectora que pide así una solución.
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