Hace cuatro días, un lector se encontró con esta escena al lado de la pasarela, en la desembocadura del Iregua. Lo que vio, como es lógico, le desagradó mucho. «Era una mesa con dos bancos donde la gente disfrutaba. Hoy es un montón de piedras gracias a algunos descerebrados que disfrutan haciendo el mal», termina.
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